¿Cuánto estamos dispuestos a sacrificar por amor? Me pregunté cuando conocí una serie de anécdotas sobre la primera relación sexual en la adolescencia. Los conceptos de sexo y amor parecen inseparables en esta etapa de la vida. Muchas historias coincidían en un punto: el amor los impulsó a tener sexo, pero no bajo una idea romántica; personas que se vieron obligadas a tener intimidad por satisfacer una supuesta necesidad de sus parejas. Mujeres en su mayoría, me platicaban de este encuentro como si se tratara de un acto de fe: 

—”No lo hacía por mí, sabes, era algo que él quería y si yo podía hacerlo, adelante”.

Durante la adolescencia nos creemos invencibles, intocables, no medimos las consecuencias de nuestros actos. Hasta que la realidad, con su maestría, nos demuestra:

—No usé protección porque él decía que si usábamos condón era porque no lo amaba. Tiempo después, tuve una molestia en los genitales. Ahora debo tomar un tratamiento para sobrellevar el herpes genital.

—Tuvimos nuestro hijo antes de terminar el último año de la secundaria.  Tiempo después, dejamos la escuela.  Más tarde nos separamos.

Podríamos decir que se trata de la inmadurez típica de esta etapa. Cometer estupideces es algo propio de ser adolescentes. Pero, ¿se debe de justificar así?

Hoy hablo a todas esas personas que aún no han tenido su primer encuentro sexual, a las que están impulsadas por sus corazones a intentarlo. Los invito a reflexionar. El sexo es una experiencia más de nuestra existencia como individuos, pero no es tan importante como para poner en riesgo nuestra integridad y nuestra salud. No ansiemos comernos el mundo cuando aún no hemos probado los manjares de la prudencia y la sabiduría.

Yo te sugiero lo siguiente: No importa si llegas virgen a la edad adulta, si no te sientes seguro(a) de hacerlo, no lo hagas. No invito al celibato, pero sí a la reflexión sobre nuestros actos. No incendiemos la etapa más bella de nuestras vidas por un momento de euforia irracional. 

Foto de Davi Moreira en Unsplash

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Autodidacta, devoto de la poesía. Sin publicaciones previas, solo poemas dispersos en diferentes puntos del área metropolitana, bajo el principio de “El arte a merced del pueblo, gratis y accesible”. Vendía cartas de amor en la secundaria, y disfruto regalando poemas de manera anónima.

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