Ella es vegetariana y a mí me gusta el reguetón

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A mí me gusta el reguetón y ella es vegetariana, y yo se lo decía a manera de broma. Al principio no fue un problema; ella reía y a veces me daba un ligero golpe, demasiado ligero, en el hombro. Nuestro primer beso fue con reguetón de fondo, río a medio beso: sentí sus dientes chocar con los míos. Le pedí que fuera mi novia con reguetón de fondo, y aceptó diciéndome eso que dicen las parejas pasivo-agresivas: “sí, tontito”. Pero comenzaron los problemas. Ella caminaba y yo corría por el simple hecho de acelerar los latidos del corazón. A ella le parecía tonto y preguntaba: “¿por qué haces eso?”. Yo respondía con obvia obviedad: “porque me gusta el reguetón”. Cuando estuvimos a punto de darnos el beso número ¿478? en el Autocinema Coyote, donde por cierto yo había pedido una Coca-Cola y unos nachos con carne y ella solo una botella de agua, me olvidé por completo del diálogo de Robert De Niro frente al espejo y puse en mi celular una canción de reguetón: quería que fuera romántico y, sí, erótico. Pero esa vez no carcajeó; bajó del automóvil cerrando la puerta con flow violento. Me quedé pasmado viéndola alejarse entre los cuadrúpedos de metal y gasolina. Tuve que ver solo la parte donde De Niro luce un legendario mohicano con gafas de sol. Ni siquiera Bad Bunny pudo consolarme. 

Pasaron algunos días y comencé a extrañarla: ¿cómo es posible que mis gustos musicales afecten mis relaciones sexuales? Perdón, sexo-afectivas. Tratando de encontrar respuestas, hice un breve ensayo:

No es que trate de comparar el reguetón con la carne, pero, en todo caso, ya lo dijo René de Calle 13 —que, por cierto, en un principio hizo reguetón—, el reguetón sería un jotdog. Pero ¿qué música sería la comida vegetariana? Pienso que sería marimba o música que tenga como base la utilización de instrumentos orgánicos, tendría que ser algo así como música folclórica. 

Pero la tristeza ahondaba y trataba de silenciarla con reguetón: reguetón viejito, reguetón adultito, reguetón jovencito, reguetón niñito. La situación empeoraba y no olvidaba a X. Un día no pude más y le envié un poema:

Mami tú sabe que toy arrepentio’ 
deja ya el fantasmeo que quiero contio’
Si tú sabe ya que lo nuestro va ma’ allá de ser amigooo
regresa que quiero darte castigoo
castigoo
castigoo

Después de cuatro meses aún no responde. He estado todo el día escuchando marimbas.



Foto deSiednji Leon en Unsplash

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Mi nombre es Dylan Escamilla Lucio y tengo 21 años. Estudio el sexto semestre de la carrera de Ciencias de la Comunicación, con especialidad en comunicación política, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Soy una persona muy impuntual. Llegué tarde a la literatura y casi dejo plantadas a mis pasiones. Me gusta el cine y la política. Creo que las normas sociales pueden ser cuestionadas y trastocadas a partir de la literatura y el cine. Escribí un año en un portal digital de deportes, “El 9 y medio”. Publiqué alguna nota en “Aunam”. Comencé a escribir cuando, al hablar, tartamudeaba.