En el año 1905 Sigmund Freud publicó en su libro “Tres ensayos sobre teoría sexual” que la propensión a la neurosis y, especialmente, a la histeria eran consecuencia de la transferencia de estimulación del clítoris a la vagina de las mujeres en su vida adulta. El término “histeria femenina” apoyaba la creencia de que las mujeres estaban “enfermas” cuando mostraban sus deseos sexuales abiertamente y como una cura a esta “enfermedad” se realizaban intervenciones quirúrgicas que consistían en la eliminación, o, mejor dicho, mutilación quirúrgica del clítoris (clitoridectomía). Hoy en día aún se realizan con el pretexto del “control de la sexualidad femenina”.
Sin embargo, actualmente se sabe que el clítoris que se ve por fuera es sólo una parte de la estructura real que se encuentra en el interior, alrededor de la vagina, y que además está lleno de terminaciones nerviosas. También, que todos los orgasmos femeninos, producto del placer sexual, son del clítoris y en ellos intervienen la vagina y la uretra. Aún se duda de la existencia del nombrado “punto G” y esto deja a un lado la idea de que lo realmente importante es el “camino” que se recorre para llegar a una “meta”.
El hecho de que la ciencia todavía ignora muchas cosas sobre la sexualidad femenina y el orgasmo origina que para algunas mujeres las relaciones sexuales sean dolorosas. Lo cierto es que muchas parejas sólo se limitan a repetir lo que ven en el cine para adultos olvidando que lo que están viendo e imitando es una actuación. El conocimiento de lo que realmente te hace sentir bien y cómoda es esencial para poder sentir un orgasmo cuando se está con una pareja. Esta conciencia individual se puede lograr a través de la masturbación y la apropiación del placer. Es necesario dejar atrás los mitos y perder el miedo a comunicar lo que se quiere. Conócete a ti mismo, cita la frase en griego.
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