Actualmente el planeta enfrenta una crisis ecológica que, de acuerdo con algunos estudios, tiene su origen en el advenimiento de la ciencia moderna y su impulso acelerado sobre el desarrollo tecnológico, dando paso a la explotación intensiva de los recursos naturales para satisfacer las necesidades humanas1. Pareciera, entonces, que el avance de la ciencia y la tecnología está asociado al menoscabo de los recursos naturales; a este respecto surge inevitablemente una pregunta: ¿será siempre esta correlación negativa? Con la finalidad de contestar a esta interrogante es necesario indagar sobre la relación entre el humano y los avances científicos y tecnológicos en los últimos años, además de analizar cómo la humanidad ha reaccionado ante los cambios que generan dichos avances. Lo anterior contribuirá para proponer el rol que asumirá la tecnología en la construcción de sociedades sustentables.
       La ciencia moderna como la conocemos hoy en día tiene sus orígenes en el siglo XVII; a partir de ese momento las sociedades humanas y el planeta entero comenzaron a sufrir numerosas transformaciones que han puesto en peligro la propia existencia de la vida en la Tierra. Estas alteraciones, que van desde la pérdida de biodiversidad hasta los casos de zoonosis emergentes como la gripe aviaria, han sido el producto de una sobreexplotación de los recursos naturales con el objeto de satisfacer las necesidades de una población en constante crecimiento. 
       Gracias a los avances tecnológicos se ha logrado mejorar la calidad de vida de las personas, por ejemplo, a través del desarrollo de tratamientos médicos para prevenir, controlar o erradicar enfermedades. Sin embargo, estos beneficios generalmente no llegan a toda la población mundial debido a las grandes brechas de desigualdad que representan un lastre para el desarrollo humano. Ante la situación planteada se hace evidente la necesidad de dirigir esfuerzos para promover la transmutación de las sociedades modernas en sociedades sustentables. Parafraseando la definición de Viederman, una sociedad sustentable es aquélla que asegura la salud y viabilidad tanto de la vida humana como de la naturaleza, sin comprometer los recursos para las generaciones futuras2. Con el propósito de lograr este cambio en las sociedades se requerirá superar ciertos obstáculos. 
       Uno de los principales retos a vencer es sin duda la asincronía entre la aparición de los productos derivados del desarrollo tecnológico exponencial y el surgimiento del debate público para el establecimiento de directrices encaminadas a garantizar el bien común. Dicha asincronía emerge de la sinergia entre dos fenómenos que envuelven a las sociedades contemporáneas: el capitalismo cognitivo y la posverdad. Por un lado, el primero se caracteriza por la privatización y mercantilización del conocimiento con el fin de generar riqueza; tiende a haber una concentración del mismo en países desarrollados limitando con ello su acceso a los países en vías de desarrollo. En cambio, la segunda es una circunstancia deplorable en la que los hechos objetivos son menos influyentes en cuanto a la formación de la opinión pública, en contraste con aquella información que apela a las emociones y a las creencias personales. Ésta última es el motor que impulsa la proliferación de las noticias falsas, también llamadas fake news. En este aspecto, los medios de comunicación juegan un papel crucial: son quienes deberían asumir un compromiso ético y profesional, verificando la información antes de ser compartida a la sociedad. Por su parte, la sociedad también tiene que comprometerse a generar debate con información proveniente de fuentes confiables. 
       Hechas las consideraciones anteriores, se puede inferir que los avances tecnológicos penetran en la sociedad mucho antes de llegar a una reflexión acerca de sus efectos potenciales. Son numerosos los ejemplos que soportan esta idea, solo por mencionar algunos: al inicio de la carrera espacial, cuando se puso en órbita el primer satélite artificial, el Sputnik 1, en 1957, todavía no se contaba con un tratado internacional referente a las implicaciones de la exploración espacial y el uso y la explotación de los recursos extraterrestres que tendrían lugar posteriormente. En consecuencia, debieron pasar diez años hasta la entrada en vigor del Tratado sobre el espacio en 1967. Otro caso fue la clonación de la oveja Dolly a finales del siglo pasado, un acontecimiento que también requirió de algunos años para producir respuesta y regulaciones tocantes a las implicaciones de la posible clonación humana. Con base en estos ejemplos se observa que ante grandes desarrollos tecnológicos la humanidad ha respondido institucional y jurídicamente de manera tardía. Lo anterior tiene graves consecuencias si se considera que los avances tecnocientíficos están evolucionando a pasos agigantados en la era actual. 
       Ciertamente la humanidad ha presenciado el surgimiento de tecnologías que han impactado de forma considerable las esferas política, económica, social y ambiental. Sin embargo, vale la pena cavilar con respecto a los futuros avances, ya que se prevé que transformarán las sociedades de manera profunda e irreversible. Con el paso del tiempo, nuestra especie, el Homo sapiens, se volvió cada vez más dependiente de la tecnología, y esta dependencia ha provocado que desde la corriente filosófica posthumanista se proponga el nacimiento de una nueva especie: el Homo technologicus3. Este nuevo ser es considerado como un organismo simbiótico en el que componentes biológicos y tecnológicos interactúan estrechamente. 
       Ese escenario donde surge una especie de simbiosis entre humanos y máquinas pertenece a lo que Ray Kurzweil define como la quinta época, en la cual vivimos ahora4. Una de las principales características de esta época será la fusión de las facultades cerebrales humanas con las sorprendentes capacidades de supercómputo actuales. Los avances tecnológicos que acompañan el nacimiento de Homo technologicus también están fomentando tecnologías enfocadas a reducir el deterioro ambiental en áreas como la energía nuclear, energía solar, nanotecnología y bioingeniería, e incluso hay investigaciones sobre cómo mejorar la absorción de dióxido de carbono en los árboles y modificarlos para ser bioluminiscentes, buscando con ello atenuar los efectos del cambio climático y reducir el gasto en alumbrado público en el futuro próximo5. Cabe destacar que las áreas mencionadas serán beneficiadas con la consolidación de la computación cuántica, a causa de su asombrosa capacidad de manipulación de datos en comparación con los ordenadores convencionales.
       Según se ha visto, es claro que, para implementar cualquier estrategia en aras de alcanzar el desarrollo de sociedades sustentables, no deberá soslayarse la gran complejidad que involucra la regulación del desarrollo tecnológico. Es decir, con el propósito de potenciar los beneficios tecnológicos habrá que atender problemas de desigualdad tanto de género como económica, romper barreras en cuanto al acceso a la información y presionar a los gobiernos y medios de comunicación para dotar a las personas de información actualizada, verídica y confiable, relacionada con las diferentes líneas de investigación tecnológica a nivel mundial. Especialmente en países como México habrá que realizar un mayor esfuerzo para alcanzar la sustentabilidad, ya que éstos cuentan con características peculiares como la enorme dependencia tecnológica. Es menester hacer énfasis en evitar el mal uso de la tecnología; basta con recordar los casos de Hiroshima y Nagasaki del siglo pasado.En conclusión, en los hombros del Homo technologicus descansa una inmensa responsabilidad sobre el porvenir del planeta Tierra y de su propia existencia. Definitivamente la ciencia y la tecnología deberán ser consideradas como herramientas clave para hacer frente a la crisis ambiental en vista de su gran potencial. Asimismo, el éxito para llegar a establecer sociedades sustentables dependerá enormemente del involucramiento, ya sea por necesidad o por convicción, de hombres y mujeres en materia de regulación y gobernanza respecto al desarrollo tecnológico. Será necesario formular o reformular tratados internacionales que ayuden a potenciar los beneficios tecnológicos y prevenir escenarios indeseados.

1Toledo, V. M. (2013). El paradigma biocultural: crisis ecológica, modernidad y culturas       tradicionales. Sociedad y ambiente1(1), 50-60.
2Viederman, S. (1993). A sustainable society: What is it? How do we get there? George Wright Forum 10 (4).
3Warwick, K. (2016). Homo Technologicus: Threat or Opportunity? Philosophies1(3), 199-208.
4Kurzweil, R. (2005). The singularity is near: When humans transcend biology. Penguin.
5Romano, J. R. L. P. (2018). La gran transición: retos y oportunidades del cambio tecnológico exponencial. Fondo de Cultura Económica.
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Emmanuel Rodríguez Silva, es licenciado en Manejo Sustentable de Zonas Costeras por la UNAM. Actualmente cursa estudios de maestría en el Instituto de Neurobiología. Su pasatiempo favorito es la observación de aves y cuerpos celestes.

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