El ciclo de la tristeza es el ciclo del agua: la comparación puede carecer de sentido en tanto el agua se ha erigido como símbolo de la vida, y la tristeza, por otra parte, como sentimiento no deseable.
       Un domingo, mi padre estaba viendo una docu-serie- de esas que abundan hoy en día en las plataformas de Streaming- El tema era algo misterioso y bastante interesante: “Los cultos”. Decidí acompañar a mi padre y mirar la docu-serie. Cuando finalizó, no tuvimos tiempo de elegir con que continuar y, automáticamente, se reprodujo el siguiente capítulo: “Crisis del agua”. En el capítulo se habló de temas internacionales como el “Día Cero” del agua, que ocurrió en Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Según el documental, Ciudad del Cabo había sido programada para el “Día Cero” el 18 de Abril del 2018. La inminente sequía dejó sin opción a los habitantes. Los capenses comenzaron a racionalizar el agua, más orillados por el miedo que por la razón. El consumo familiar de alrededor de 400 litros de agua diarios, pasó a los generosos 50 litros. Los sudafricanos lograron extender el “Día Cero” al mes de junio y, después se pospuso hasta “nuevo aviso”. La indignación de mi padre, y también la mía, no cobraron un sentido más real hasta que se habló del posible “Día Cero” en el valle de México: previsto para el 2035. Cuando un problema es más próximo a nuestro entorno, a nuestra individualidad, los problemas se constituyen a nuestros ojos, como verdaderos: la alquimia de la proximidad y la localidad. Mi padre, indignado, comentaba y se quejaba de la poca conciencia hidráulica de sus paisanos. El estrés hídrico- concepto que surge cuando la demanda de agua potable es más alta que la cantidad disponible- mutaba en estrés personal. Quizá cualquiera que mirara el documental comenzará a racionalizar el agua por algunos meses, lo suficiente para evaporar el sentimiento de culpa, pero lo insuficiente para beber del hábito. Nunca estamos lo suficientemente tristes para hacer del mundo un lugar mejor.

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Mi nombre es Dylan Escamilla Lucio y tengo 21 años. Estudio el sexto semestre de la carrera de Ciencias de la Comunicación, con especialidad en comunicación política, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Soy una persona muy impuntual. Llegué tarde a la literatura y casi dejo plantadas a mis pasiones. Me gusta el cine y la política. Creo que las normas sociales pueden ser cuestionadas y trastocadas a partir de la literatura y el cine. Escribí un año en un portal digital de deportes, “El 9 y medio”. Publiqué alguna nota en “Aunam”. Comencé a escribir cuando, al hablar, tartamudeaba.

2 COMMENTS

  1. Sin duda, el texto invita a la reflexión acerca del vital líquido, y lo hace en dos sentidos. El primero en términos de consumo del agua, ¿Hago un consumo responsable?, ¿Estoy haciendo algo para contribuir al cuidado del agua?, Etcétera. El segundo es el que más experimenta el lector, ¿Es necesario el estrés y la tristeza para llevar acabo acciones que deberían ser inherentes al manejo del agua? ¿Es necesario experimentar emociones negativas para hacer conciencia? Si es así, algo anda mal.

    Sin embargo, sería interesante que el autor abordara más a profundidad la relación entre el ciclo de la tristeza y del agua para causar mayor impacto en el lector.

  2. Me impactó. Tristeza y agua…falta de agua igual a falta de vida. Es importante reflexionar en éste, cómo en muchos otros temas acerca de nuestra interacción ( los seres humanos en general) ignorante y soberbia con todos los recursos naturales y su condición finita.