Encontraron la cabeza del peluquero en una olla. Su esposa lo confesó todo: el susodicho había sido violento con sus hijos por años; ella tomó la justicia en sus manos. La prensa le puso el mote de La tamalera asesina. Se especuló sobre la procedencia de la carne de sus tamales, al menos, de los que vendió en días próximos al incidente. ¿Podría ser posible que…? 

Cuando escuché aquella historia verídica, mi mente se fue por derroteros escabrosos. ¿Qué no me habré llevado al estómago? ¡Con qué facilidad ofrecemos nuestra confianza a otros, cuando de comer se trata!

Algunos dicen que hay que sospechar cuando te venden tacos baratos y bromean: “Si en el puesto hay perros en busca de sobras, quédate tranquilo, porque perro no come perro”. ¿Será que los canes son más inteligentes que la raza humana? 

Hace no muchos años, una famosa empresa mexicana de conservas se vio envuelta en controversia: por las redes sociales circuló la fotografía de uno de sus empleados con las nalgas al aire. Estaba frente a la banda transportadora, y la sospecha de que quizá estaba orinando sobre los chiles jalapeños no se hizo esperar. Las autoridades correspondientes analizaron varios miles de latas del producto y reportaron que éstas estaban libres de orina. Hubo que creerles porque, ya saben… no todos disponemos de un laboratorio en casa para hacer nuestras propias indagaciones. 

¿Y qué hay de las recetas secretas de algunas cadenas restauranteras? Reconozco que varios de esos platillos son una delicia. ¿Por qué nos atrae lo oculto, lo incierto? ¿La adrenalina de comer algo desconocido lo vuelve interesante? 

¿Qué pasaría si la Secretaría de Salud agregara otros sellos a su catálogo?: 

  • Exceso de orina. 
  • Contiene carne humana. 
  • Contiene perro. Evite en perros. 

Una vez escuché a alguien decir: “mientras más sellos, más bueno”. No sé, con certeza, qué diferencia hacen las advertencias. En todo caso, desenvolver un tamal o abrir una lata es un acto de fe.

Foto de Dennis Schrader en Unsplash

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Everardo Curiel es un escritor jaliciense, nacido en el año 1992. Licenciado en arquitectura por la Universidad de Guadalajara y autor de la novela Lenguas de los condenados. También ha escrito cuentos, y algunos se pueden leer en su página www.everardocuriel.com. Le gustan las historias donde lo inusual se mezcla con la cotidianeidad.