Argentina y el caso Maradona

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Para los argentinos, el fútbol es pasión de multitudes. Con mucha frecuencia entre las calles bonaerenses, al presentarme escuché la pregunta: “y vos, ¿de qué cuadro sos?”. Es una especie de código para amistades que incluso trasciende el género y la clase. No obstante, tampoco busco generalizar con mis palabras; es cierto que en Argentina hay pasión por otros deportes, como el rugby en la lejana provincia de Tierra del Fuego o el básquetbol en las provincias del interior, pero sin lugar a dudas el fútbol es el amor hegemónico por excelencia. 

Por ello, en la Argentina existen ejemplos del culto a la imagen de los futbolistas. Uno claro corresponde a Diego Maradona, figura que cuenta con cánticos, estatuas y calles en su nombre. “El Diego”, particularmente, experimentó muchos escándalos mediáticos que lo vuelven susceptible al escrutinio público de sus acciones y al juicio colectivo de la cancelación, pero para los argentinos existe una separación entre el Maradona como persona y el Maradona como futbolista. El propio 10 argentino, en su despedida con Boca Juniors, aclara que la pelota no se mancha incluso ante sus equivocaciones. 

Es paradigmático el caso de Diego por la separación entre sujeto y acción, el artista que es separado de su obra. En Argentina se recuerda el mítico gol contra los ingleses dribleando a todo defensa por lo que representó ante la herida abierta de Malvinas; sin embargo, ciertas acciones del Diego fueron condenadas por la opinión pública: el no reconocer a su hijo, múltiples denuncias de abuso sexual y el exceso de drogas. 

Existe una estatua en homenaje al jugador en la entrada del aeropuerto Ezeiza en Buenos Aires, mucho más grande que los bustos de personajes históricos que lo acompañan. Asimismo, cientos de murales adornan múltiples ciudades argentinas, pero dichas obras artísticas rinden tributo al jugador, no a la persona. Entre tanta cancelación en redes sociales, Maradona ilustra la posibilidad de separar al sujeto de su obra.

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Estudiante de la licenciatura de Historia en la UNAM, acapulqueño de corazón y foráneo de vocación, amante de la literatura y los atardeceres playeros. Becario 4ta generación de Corriente Alterna UNAM y amante de la leche con chocolate.