De pequeño frente a un calendario pregunté
«En diciembre, el 31, ¿se acabará el mundo?».
Nacho Vegas
Desde la primera vez que lo vio, el pequeño Ignacio se sintió fascinado por el calendario que su padre llevó a casa. Lo colgaron en la pared de la sala. A Ignacio le parecía una obra de arte: cada mes mostraba una postal hermosa, diferente a las demás. Pero cuando el año se acabó y su papá lo descolgó para cambiarlo por el nuevo, que no superaba al anterior, Ignacio le preguntó que por qué lo hacía.
—¿Qué acaso no todos los años son iguales?
Su padre no supo qué responder. Guardó silencio y dejó colgado el calendario. Desde entonces, cada año era exactamente igual al anterior.
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