Un niño dice: a mi mamá la mataron.
Un cauce hormigonado permite leer
en la altura del río, su caudal.

Un valle se expropia.
Un valle se anega.
Una obra civil promete empleos
en tierras ya despobladas.

Un estado alquila sus propias fincas
a quienes antes expropió.
Un torrente empuja una pala.

Un imán gira e induce
corriente eléctrica en un cable.
El cable cruza el país
hacia la capital y las minas del norte.

Una mujer corta el tráfico
en un pueblo al pie del bosque.
Una presa se ensancha en la base
porque la presión de la columna de agua
es proporcional a su volumen.

Un hombre encuentra a sus hijos
quietos en la cocina.
Un país se enriquece gastando,
abriendo puertas a inversión extranjera.

Un niño pide permiso al río
antes de bañarse desnudo.
El niño sabe que en el río
habitan espíritus amigables.

Una presa avanza cada año
milímetros hacia adelante.
Un embalse sangra agua
por fugas y evaporaciones.

Una familia se lava en un río,
bebe de un río,
agradece al río
por hacer lo que siempre ha hecho.

Una empresa invierte millones.
Un hombre encuentra a sus hijos
quietos en la cocina.
Un país más ecológico
debe explotar sus recursos.

Una mujer cuelga
del cuello en su propia cocina.
Un niño dice que sueña
que mata con unas pistolas
a quienes mataron a su madre.

Un país tan montañoso
tiene un gran potencial hídrico.

Photo by Artem Beliaikin on Unsplash
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Nací en Madrid en 1997, un día en el que se bautizaron, al menos, dos cuerpos celestes. Como los nombres derivados de la mitología grecolatina estaban ya prácticamente ocupados por otros astros, seguramente se les asignó una secuencia de letras y números como nombre propio. Al menos otros dos cuerpos celestes debieron pasar inadvertidos a los aparatos de observación que mapeaban el firmamento ese día. Luego crecí rodeado de libros, tebeos y atlas ilustrados. Durante ese tiempo me crecieron las uñas, el pelo y los ligamentos, sobre todo. Estudié ingeniería industrial en Madrid y en Chile. Trabajé domando campos electromagnéticos por las noches. Leí viciosamente y acudí a talleres de escritura. Durante ese tiempo me ensucié las uñas, el pelo y los ligamentos, sobre todo. En la actualidad leo, escribo y trabajo en Madrid, en dichosa intimidad con centrales de generación eléctrica, pastoreando electrones y poniendo a dieta a los ríos de España.

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