Se sabe que a la Patagonia
venimos les tristes,
les niñes perdides,
les desposeídos,
las “almitas viejas”,
las infancias sin rostro,
los espejos rotos,
los brazos vacíos.
Se sabe, por ejemplo,
que Patagonia
viene del prefijo pata-,
o sea, lugar para estirar la pata.
Venimos a esta tierra dulce
con olor a bosque desdichado;
como los gatos van
al rincón más solitario
cuando saben que van a morir.
A la Patagonia se viene
a hacer Patria, según Irene.
Si la Patria existiera, seño,
sería una balsa de madera
incendiada que flota
en el más frío Nahuel Huapi.
Y en ella todxs nosotrxs
con dos monedas en los ojos,
meciéndonos en el Brazo Tristeza.
A la Patagonia, entonces,
se viene a morir valiente.