El mundo está cambiando. De hecho, desde aquel pasado 13 de marzo en que el Gobierno de España decretó el Estado de Alarma, emergencia acompañada por casi dos meses de confinamiento, la sociedad tal y como la conocíamos estaba a punto de desaparecer. Ahora, no solo hablamos de “una nueva normalidad” o un “cambio de paradigma social”. Hoy se habla ya de un nuevo concepto, que no solo sale de la boca de algunos, sino que también aparece pintado en las calles y carreteras. Hablamos del COVID-1984. Un concepto que sirve para explicar como, con el fin de frenar el virus, se recurre a sistemas de vigilancia masivos para controlar a los ciudadanos y preservar su seguridad.  Este escenario se ha bautizado como 1984 por su relación con la obra de George Orwell, el Gran Hermano que todo lo ve.

Los distintos sectores de la sociedad han aprovechado su talento para afrontar la crisis de la forma más efectiva posible. No obstante, muchas de las medidas que se han implementado para frenar el virus podrían convertirse en amenazas para la sociedad. Algunas de las actuaciones llevadas a cabo por instituciones y gobiernos inicialmente asiáticos para hacer frente a la enfermedad se basan en el almacenamiento y análisis de datos personales de la ciudadanía para gestionarlos como Big Data, para poder dar a los enfermos de coronavirus la asistencia sanitaria necesaria, así como crear sistemas de geolocalización para evitar el incumplimiento, por ejemplo, del confinamiento.

No obstante, hay aspectos como la recopilación de los datos personales, sobre todo los que atañen a la salud de las personas, que pueden suponer un arma de doble filo que ya hemos visto en dictaduras o, como se ha mencionado, en la ciencia ficción orwelliana.

La obra Sopa de Wuhan, escrita por 15 grandes pensadores de alrededor del mundo, desarrolla las interpretaciones y pensamientos sobre la pandemia de coronavirus. En uno de los capítulos, el pensador Byung-Chul Han explica algunas de las medidas de vigilancia que se han implementado en China y que el resto del mundo podría seguir como modelo de éxito frente al virus.

“Los apologetas de la vigilancia digital proclamarían que el Big Data salva vidas humanas”

Byung-Chul Han explica cómo, en los países asiáticos, se ha apostado por la vigilancia digital como mecanismo de combate contra el virus, uniendo los conocimientos de informáticos y especialistas en macrodatos con el trabajo de los virólogos y epidemiólogos. “Los apologetas de la vigilancia digital proclamarían que el Big Data salva vidas humanas”. Sin embargo, en Europa solemos mostrarnos más escépticos ante la llegada de estas medidas.

La conciencia crítica ante esta sobre-vigilancia digital en Asia es mucho menor que en Occidente, por no hablar de que la oposición allí es casi inexistente. En estados liberales como Corea del Sur y Japón, nadie cuestiona a las autoridades por almacenar datos. Por su lado, tal y como declara el autor, China está introduciendo sistemas de crédito social y evaluación exhaustiva de los ciudadanos inimaginables para los europeos: “Cada ciudadano debe ser evaluado consecuentemente en su conducta social. En China no hay ningún momento de la vida cotidiana que no esté sometido a observación”, asegura Byung-Chul Han.

“Se controla cada clic, cada compra, cada contacto, cada actividad en las redes sociales. A quien cruza con el semáforo en rojo, a quien tiene trato con críticos del régimen o a quien pone comentarios críticos en las redes sociales le quitan puntos. Entonces la vida puede llegar a ser muy peligrosa, pero a quien compra por Internet alimentos sanos o lee periódicos afines al régimen le dan puntos. Quien tiene suficientes puntos obtiene un visado de viaje o créditos baratos”.

Pero ¿cómo es posible realizar esta exhaustiva vigilancia social en China? La respuesta está en el “irrestricto intercambio de datos entre los proveedores de Internet y de telefonía móvil y las autoridades”, y esto se traduce en que, en China, prácticamente no existe la protección de datos. Allí, la esfera privada pierde todo su sentido.

“En China hay 200 millones de cámaras de vigilancia, muchas de ellas provistas de una técnica muy eficiente de reconocimiento facial.”

La inteligencia artificial, gran aliada en muchos campos del periodismo, también parece tener un papel fundamental en la video vigilancia. Tal y como se deja escrito en el capítulo de Byung-Chul Han, en China “hay 200 millones de cámaras de vigilancia, muchas de ellas provistas de una técnica muy eficiente de reconocimiento facial. Captan incluso los lunares en el rostro. No es posible escapar de la cámara de vigilancia. Estas cámaras dotadas de inteligencia artificial pueden observar y evaluar a todo ciudadano en los espacios públicos, en las tiendas, en las calles, en las estaciones y en los aeropuertos”.

Ahora bien, visto lo que ocurre en China, ¿debemos temer la llegada masiva en Europa de estos mecanismos de control social?  En algunos países ya se han implementado medidas de control social:

—En Singapur, las calles son patrulladas por los ya famosos perros-robot de Boston Dynamics y alertaban a las personas que se saltaban el confinamiento.

—En España, la policía ha usado drones para vigilar a la población durante el confinamiento. El gobierno ha puesto en marcha una aplicación de sanidad que permite geolocalizar los teléfonos móviles.

—En Filipinas, el presidente ha aprovechado para ordenar que hay que “disparar a matar” a aquéllos que se salten el confinamiento y se ha dotado de más poderes ejecutivos.

—En Palmira, Colombia, la policía ya usa sistemas de reconocimiento facial para controlar a quien se salta el confinamiento.

—En Israel, la agencia de seguridad del país ha empezado a rastrear los móviles con una herramienta que había sido diseñada, en un principio, para combatir el terrorismo.

—En Corea del Sur se utilizan cámaras de vigilancia, datos de ubicación de los teléfonos móviles y registros de compra para seguir los movimientos de las personas y saber quién puede haberse infectado.

—En China se han creado sistemas de escaneo de QR en los recintos que clasifican a cada persona en rojo, amarillo o verde que indican el riesgo de estar contagiado según la cantidad de personas con las que se haya tenido contacto o por dónde ha pasado.

Encontramos muchos otros ejemplos de una sociedad Covid-1984 en todo el mundo. Por ahora, en Europa los sistemas que más predominan son los de recopilación de datos personales y sistemas de geolocalización. Hay personas que ya califican estos mecanismos de control como “más temibles que el coronavirus”.

El activista uruguayo Raúl Zibechi escribe en El Salto que China se está alzando como ejemplo y referente sobre cómo hacer frente al virus. “El hecho de que las “democracias” europeas hayan copiado los modos chinos de abordar la epidemia de coronavirus es muestra de que el dragón ya es referente y ejemplo en cuanto al control social de la población”.

¿El resultado? Tenemos cada vez más Estados hipervigilados y policiales por todo el mundo. María Galindo en uno de los capítulos de Sopa de Wuhan añade un elemento muy importante: el miedo. “El coronavirus es la eliminación del espacio social más vital, más democrático y más importante de nuestras vidas como es la calle. Es la militarización de la vida social. Es lo más parecido a una dictadura donde no hay información, sino en las porciones calculadas para producir miedo”.

“No necesitamos brazaletes biométricos; el móvil se ha convertido en el mejor brazalete, nadie se separa de él ni para dormir”.

El filósofo Paul B. Preciado sigue la misma línea, y en su capítulo asegura que “por su llamamiento al estado de excepción y a la imposición de medidas extremas, las epidemias son grandes laboratorios de innovación social, la ocasión de una reconfiguración a gran escala de las técnicas de control del cuerpo y las tecnologías del poder (…) no necesitamos brazaletes biométricos; el móvil se ha convertido en el mejor brazalete, nadie se separa de él ni para dormir”.

Finalmente, el filósofo Jorge Riechmann observa que “desde el gobierno nos aseguran que los datos recogidos por las aplicaciones de seguimiento serán primero anonimizados y posteriormente destruidos”. Y termina advirtiendo: “Sin embargo, basta con leer la parte de las memorias de Edward Snowden donde éste habla de vigilancia virtual para darse cuenta de que nadie puede garantizar algo así (…) las aplicaciones de seguimiento se quedarán y será muy difícil impedir que se extiendan al conjunto de la población”.

Si bien es difícil saber cómo se va a evolucionar la pandemia y las necesidades que ésta va a imponer a los gobiernos para controlar el avance del virus, hay una evidencia que se ha ido cumpliendo hasta la fecha; los países de Europa, por lo general, han seguido los pasos y los protocolos llevados a cabo por China, el primer país que sufrió el virus y que, del mismo modo, lo superó antes. Por lo que ahora, desde Occidente, vemos las actuaciones de China como un “modelo de éxito”. “China podrá vender ahora su Estado policial digital como un modelo de éxito contra la pandemia. China exhibirá la superioridad de su sistema aún con más orgullo”, declara Byung-Chul Han.

Lo que está por ver ahora es si, finalmente, nos tomaremos al pie de la letra cada una de las medidas tomadas por estos países de Oriente y terminaremos formando parte de una sociedad distópica que ha traspasado los libros. ¿Superará la realidad a la ficción?

Publicado el 18 de junio de 2020 en #SomosPeriodismo
Imagen de Gisela Martínez

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