Recuerdo que a los diez años imaginaba que el trazado de las calles que circundan mi casa tenía una geometría decente. En mis dibujos era demasiado generoso con las fachadas grises, los portones monstruosos y los perros arrumbados bajo los coches. Una Navidad me dibujé recorriendo la calle en patineta, regalo que pedí encarecidamente a mis padres. La patineta llegó a mis manos, pero la calle no por eso fue transitable.

Fue hasta la Universidad que dejé el Edomex para irme a vivir cerca del campus y fue la primera vez que me dije: ¿qué significa vivir en esta zona? No me sorprendía que hubiera zonas que fueran completamente distintas de la mía, sino que pudieran convivir unas con otras de una forma violenta e indiferente. En mi dibujo todo era más armónico: ahora me sorprende porque recuerdo haber trazado una mezcla extraña de mi calle y un videojuego con el que estaba obsesionado. Mi dibujo no era de mi calle, sino de cómo imaginaba y quería que fuese mi calle. Imagino que colectivamente nos sucede algo similar. Nos formamos una imagen fragmentada e idealizada de nuestra realidad. Ya sea porque  nuestra experiencia es limitada, o bien porque evitamos mirar parcelas que son incompatibles con la idea que nos hacemos de nosotros mismos. Aquello que evitamos es lo que mantenemos al margen. De ahí que el problema central de los márgenes es que mientras no los tomamos en consideración se mantienen ahí, como murallas.

Sin embargo, no creo que la propaganda televisiva, ni las empresas publicitarias puedan llevar a cabo esta reflexión. No porque no deban, sino porque sus intereses son incompatibles con ese proyecto. Pienso que ésta tiene que ser una labor colectiva. Desde una reinterpretación de nuestra tradición (intelectual, literaria), hasta el apoyo a programas de ayuda social, hay múltiples niveles de acción que me parecen valiosos. Después de todo, el margen sólo es posible porque alguien que lo supone. ¿Nos hemos dado cuenta que esos somos nosotros?

Foto de Seye Kuyinu en Unsplash
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Salazar Cruz Bruno 20 años UNAM, Facultad de Filosofía y Letras Filosofía

2 COMMENTS

  1. Sí, el margen, considero que es el límite inexplorado. La ignorancia podría ser el principal obstáculo para mejorar proyectos urbanos. En donde yo vivo, siempre arreglan la misma calle “principal”, primero con cemento, luego con cantera. Tanto el primero como el segundo se fracturan. Los proyectos van siempre a la zona central, y demás colonias o comunidades, se quedan rezagadas.