El género epistolar es uno de los más antiguos del mundo. Bendita sea la tecnología de la escritura pues permite conservar los pensamientos a través del tiempo.
La carta representa una conversación en el ámbito privado. Algunas de ellas sobreviven para dar testimonio del pasado y llevarlo al ámbito público. En un primer momento, el escritor expone sus pensamientos para un lector en singular, por lo que el mensaje adquiere un velo de secreto, un misterio que sobrevive el paso de las épocas. Trascienden al lector singular y son testigo material de sentimientos que ya no existen más.
Las letras sobrevivientes a las inclemencias y caprichos del tiempo conversan con el presente a través de nosotros, es una relación entre aquello que fuimos y lo que somos hoy.
En la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM hay un dicho popular entre los estudiantes de Historia: “el historiador es un chismoso del pasado”.
La tinta y el papel son soportes indispensables para conservar los sentimientos a través de los años. En el archivo, aquel lugar que es prisión y hogar de los historiadores, se preservan las cartas que trascienden el tiempo, una selección elaborada por los caprichos del azar.
Confieso que conservo cada carta que me han escrito, pero no recuerdo ningún mensaje digital por más emoticones y adornos que tuvieran.
¿Cuánto va a durar la tinta sobre el papel como testigo de lo mucho que te amo?
¿Los historiadores del futuro sabrán que mi amor por ti trascendió el tiempo y el espacio?
Cuando tu memoria se vuelva débil quiero que vuelvas a leer todas mis cartas, los trazos en ellas transportan mi amor por ti hacia las futuras generaciones, son un testigo invaluable de mis sentimientos para los curiosos del futuro. Sin embargo, el amor que expreso sólo estará para ti, intacto ante el paso del tiempo.
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