Desde hace un año, lo que concebía como el concepto de futuro se desdibuja cada vez más, como un sueño vívido que se desvanece poco a poco conforme pasan las horas. Pensamientos ensimismados, enmarañados y a veces hasta contradictorios sobre él relampaguean en mi cabeza, brillan con una intensidad cegadora por brevísimos momentos para después irse, aunque nunca sin la posibilidad de regresar. 

Algunos de estos pensamientos incluyen: 

El futuro aparece de miles de millones de maneras, con una infinidad de adjetivos para describirlo y un sinfín de causalidades y casualidades. El futuro es una serie sucesiva de posibilidades, una serie de momentos que, aunque no lo queramos, se dejarán de llamar futuro y se convertirán en presente. Nunca vivimos en el futuro, nunca nos encontramos en él. Siempre corre más adelante que nosotros, intangible, inexistente. 

Sin embargo, en medio de tanta incertidumbre, el futuro, más que inexistente o intangible, parece intermitente. La inseguridad de lo que pasará le otorga esa cualidad. A veces parece estar a la vuelta de la esquina, a veces parece que nunca llegará. A veces parece que nuestro presente está parado y entonces sólo podemos pensar en el futuro, aferrarnos a él. “Cuando pase todo esto, cuando podamos vernos otra vez, cuando tengamos la vacuna…” 

Dependiendo de las circunstancias, el futuro puede ser todo lo que deseamos o todo lo que tememos o, incluso, todo lo que tenemos. 

El futuro, en una pandemia y con tanta enfermedad acechando, es un lujo siempre vulnerable de ser arrebatado. Sin una vida que siga avanzando, no hay futuro. La muerte es la destrucción más evidente del futuro. Con ella, cientos de miles de futuros dejan de existir diariamente: se paran en seco en un momento presente que durará por la eternidad. 

El futuro es contradictorio: simultáneamente predecible e impredecible, cotidiano y catastrófico, siempre en tensión, siempre en un estado de potencialidad irresuelta. 

El futuro puede ser todo lo que nos prometen las películas y libros de distopías y ciencia ficción. El futuro puede ser completamente distinto a ellos. El año 2000 no cumplió la expectativa futurista de la falla computacional masiva, mientras que el 2020 nos golpeó inesperadamente con las experiencias apocalípticas de la enfermedad y la desesperación. 

Para algo intocable, para un concepto arbitrario creado por la humanidad, el futuro tiene un poder enorme sobre nosotros. 

El futuro, a pesar de todo, siempre trae la promesa de resolución y esperanza.

El futuro se convirtió en presente en el tiempo entre que comenzaste a leer estas divagaciones y que llegaste hasta aquí. Te doy la bienvenida a lo que era el futuro.

Foto de Christopher Burns en Unsplash
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Nació en la Ciudad de México en el año 2000, estudia Lengua y Literatura Modernas Inglesas, a veces ocupa su tiempo escribiendo poemas, tomando fotos y dibujando en lugar de escribir sus ensayos para la escuela.