Envejecer es el proceso fisiológico que conlleva cambios en las características individuales durante el ciclo de vida, caracterizado por ser continuo, heterogéneo, universal e irreversible, no es lineal ni uniforme y está condicionado por una variedad de factores: estilos e historia de vida; contexto sociocultural, demográfico e histórico durante el cual la persona se desarrolla; la formación de relaciones interpersonales; factores psicológicos, genéticos, emocionales, entre otros.
Este proceso es genuinamente un arte; cada momento de nuestra vida define parcial o en gran medida el tipo de envejecimiento que cada persona tiene. Sin embargo, de forma global no se reflexiona lo suficiente sobre su importancia, un ejemplo de este problema es el edadismo.
Este tipo de discriminación se basa en prejuicios, estereotipos, creencias y actitudes hacia la edad. Si bien la población más vulnerada engloba a las personas mayores, lo cierto es que todxs estamos expuestos a esta situación mediante discursos o acciones “inofensivas” que parten de un sistema más complejo.
Por ejemplo, asegurar y fomentar que a cierta edad debes cumplir un rol social, o creer que infantes o personas mayores no puedan participar en decisiones trascendentales colectivas, promueve la creencia de que ciertos pensamientos, intereses y decisiones son exclusivos de una edad determinada. Si bien cada una de las etapas de vida se conforman por procesos particulares y típicos, invalidar lo demás a partir de únicamente la edad sin contemplar su contexto es también negar la diversidad que habita nuestro mundo.
Tal problema representa una amenaza creciente, si se considera que México se encuentra en un proceso de envejecimiento poblacional en medio de crisis climáticas y sociales a nivel mundial. Accionar por nuestro presente y futuro es necesario y urgente. Si no atendemos la forma y calidad con la que todxs envejecemos, tal vez sólo nos quede afrontar las consecuencias de nuestra indiferencia.
