Discursos de odio: los límites de la libertad de expresión

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La defensa absoluta de la libertad de expresión, entendida como la concesión a todo el mundo de brindar un discurso ideológico justificado o no, resulta por lo menos cuestionable. ¿Aceptaríamos discursos de odio explícitos? ¿Deberían las palabras de Hitler volver a resonar entre los micrófonos? 

Es verdad que dentro de cada sociedad existe un marco de censura. La libertad de expresión ha manifestado su punto máximo en las redes sociales, específicamente en Twitter. Hace unas semanas se dio el caso de la organización de conciertos clandestinos que apoyaban ideologías ultraderechistas y alineadas con el discurso nazi. La nota se puede consultar en la siguiente liga: https://www.jornada.com.mx/notas/2022/11/09/espectaculos/concierto-neonazi-en-la-cdmx/ 

Según indica la nota, “Por México, Suncity Skins, Royal Aces Convicted y Ejecución 1980, agrupaciones de bajo perfil del movimiento RAC (Rock Against Communism o Rock contra el Comunismo), que tiene sus orígenes en la década de los setenta y en realidad es un eufemismo para referirse a varios tipos de música de odio, como el hatecore.

Pese a su nombre, esa corriente no hace referencias al comunismo, sino que se centra en el racismo y el antisemitismo. Así se llamó también una serie de conciertos organizados en los 70 por el partido fascista británico Frente Nacional. Ahora, quienes usan el término RAC a menudo lo hacen como una forma de esconder la verdadera naturaleza de la música racista (…)”1

¿Qué podríamos decir ante tal narrativa? En lo personal contesto que, si bien la libertad de expresión da voz a quien no la tiene, ello puede desembocar en el conflicto evidente de que no todas las opiniones están igual de fundamentadas. Este hecho se hace palpable, por ejemplo, cuando una persona habla de un tema que desconoce, pero nosotros conocemos a profundidad. Puede ser desde un fan malinformado de algún interés nuestro, como el cine, los cómics, o la filosofía, hasta un compañero de trabajo que se mete en las arenas movedizas del tema ajeno. 

La forzosa salvación a este problema es la instrucción del individuo ignorante en el asunto. No obstante, darles voz a todas las narrativas ha desembocado en expresos mensajes de odio que se manifiestan, por ejemplo, en los mencionados conciertos clandestinos. Yo les preguntaría: si no hay nada que esconder, ¿por qué optar por el encubrimiento? 

Así, la libertad de expresión resulta fundamental, pero como integración de la voz del individuo al ámbito público. No obstante, eso no implica una justificación automática en el discurso que expone, pues de lo contrario nos veríamos obligados a afirmar que las narrativas antisemitas que se leen en la noticia –y otras tantas más que apelan a mensajes de odio– se darían como válidas solamente por el hecho de ser emitidas. Se demuestra entonces que el primer paso es la libertad de expresión: todos tienen derecho de hablar. No obstante, es responsabilidad del emisor que su discurso sea defendible y, en caso de ser ofensivo, sufrir las consecuencias de aquello (como espero que ocurra con todo mensaje de odio).

1. La Jornada Online, Concierto neonazi en la CDMX, del 9 de noviembre del 2022
Foto de La jornada