Por un lado, en una utopía la respuesta ideal es "¡Sí! Claro, yo estoy contribuyendo para llegar ahí". Por otro lado, en la distopía es "No, por supuesto que no. Yo no seré responsable de eso ".
Y cada vez que un joven sale de las aulas con un espíritu airado a demandar un mundo mejor, debe saber que no está solo. A su lado marcha el ejército de espíritus rebeldes del cual es heredero.