Sobre el “sexo débil” y otros infortunios designados a las mujeres: el origen de la violencia hacia la mujer
Ciudad de México. Un autobús verde en algún lugar de la inmensa metrópoli. El reloj marca unos minutos después de las diez de la mañana. Personas descienden de la unidad, cada una con un destino programado (… o quizás no). En la calle, una mujer hace una seña para detener al fierro con ruedas que nos transporta. Asciende ella con su bebé envuelto a su pecho, una pañalera en un hombro, una bolsa en el otro y un envase con yogurt en las manos. Alimenta a su pequeño, sonriente, con una pequeña cucharita. Toma asiento en la primera butaca. Se acomoda. Sigue alimentando (al que supongo) es su hijo. Pienso: las mujeres debemos ser de otro planeta.
Imágenes como la descrita se ven todos los días y en todos los lugares de la Ciudad. Es impresionante constatar la fortaleza emocional y física que muchas mujeres demuestran en lo cotidiano; pero eso pasa desapercibido. Es ahí cuando me pregunto, ¿cuál es el origen de la idea, socialmente construida, de la mujer como el “sexo débil”? ¿es por la condición biológica de poseer menos masa muscular; o ésa también fue una adaptación de la idea percibida sobre el rol social de la mujer? ¿es, acaso, un destino o un infortunio derivado del pecado original?
Me parece que la construcción social del género, y los roles derivados de ello, condicionaron y adaptaron los cuerpos de las mujeres para desempeñar ciertas actividades; al final, siempre se nos ha visto como las criadoras naturales y las madres que dan [y tienen que dar] todo por sus hijas/os. La idea de que la mujer y el hombre tienen que desempeñar actividades muy específicas no es nueva, inclusive se percibía como normal. Pero es ahora [de unas décadas a la fecha] que comenzamos a tirar los muros de la normalización de esta desigualdad.
Hemos sido, históricamente, un producto más que se tiene que conquistar, ganar o poseer. Esta condición de “objeto” nos ha hecho proclives a ser usadas, cambiadas y desechadas a placer de los hombres. Inclusive, se cree que nuestros cuerpos están a disposición de alguien más. ¡Nos han despojado de nosotras mismas! Es por ello que ahora, en esta ola de violencia que vivimos, salir a las calles representa una ruleta rusa constante en la que no sabes si llegarás, si te violarán, si te matarán o si desaparecerás. Es por ello que somos asediadas en las banquetas, acosadas en el transporte público y hostigadas en redes sociales. Es por ello que cuando nos manifestamos públicamente causamos furor y malestar, porque no nos quedamos calladas, porque desafiamos el rol que la sociedad nos había inculcado como destino.
Aventurarnos al origen de la violencia es como adentrarse a un laberinto: las causas pueden ser múltiples y confusas. Los orígenes son importantes para poder entender y atacar el problema, pero el tiempo pareciera ser infinito y escaso a la vez. Las soluciones deben buscarse y desarrollarse, entre todos y, sobre todo, entre todas.
Algo nos debe quedar muy claro, somos fuertes, nos protegemos y somos de nosotras. Hoy y siempre.
Foto de María Fuentes en Unsplash