Ada Lucía P., hoy regresé aterrado de la librería después de ver un nuevo Kafka. Corrí a mi casa hasta ver los sobres de cartas, las plumas, los cuadernos y los libros por leer. Corrí hacia la ventana y el impostor no estaba ahí. A través de mí solo el Sol, único a mi séptimo piso, radiante solo para mi piel donde pronto se podrá escribir.
¿Una farsa? Despegué del cristal la película de mi reflejo para adentrarme en sus lágrimas: abrazado con Virgilio, compartíamos el llanto…
Los sobres intactos, las plumas llenas, los cuadernos vacíos… ¿No es mejor así, Ada? Cada libro es un diario antipersonal que letra a letra nos despelleja al mejor postor, y este diario un continuo vano grito al universo que no me puede entender.
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