El cine de Sylvain George es un cine de lo humano, de lo urgente, de la resistencia. A lo largo de sus cinco largometrajes, el documentalista francés ha explorado distintos territorios, distintos personajes y distintas revoluciones. Siempre desde la curiosidad y la empatía, su peculiar mirada construye una especie de sinécdoque que con una pequeña parte que ha elegido mostrarnos, podemos comprender un todo.
Paris est un fête. Un film en 18 vagues es tan poética y tan política como el resto de su obra. Retrata una ciudad monstruosa cuya fuerza pareciera provenir de heridas profundas. Sylvain George salió a filmar lo que pasaba a su alrededor, cuando entre 2015 y 2016 en la antesala de las elecciones presidenciales de 2017 y con una creciente ultraderecha e intolerancia a la inmigración, Francia —y particularmente París— vivieron una serie de sucesos que sacaron a la gente a las calles para reclamar su derecho a ocuparlas: la polémica reforma laboral propuesta por François Hollande y los atentados terroristas de noviembre de 2015.
En las 18 viñetas —olas— unidas por una reconocible cinematografía en blanco y negro y el cuidado equilibrio de voces y sonidos, Sylvain George ofrece estampas fascinantes que se alejan (mucho) de los retratos idealizados que artistas, escritores, cineastas han hecho de la capital francesa. No nos muestra esa ciudad que la humanidad guarda en el inconsciente colectivo como un lugar mítico y hermoso, sino esa otra que también está ahí, pero a la que rara vez se le voltea a ver. La ciudad de los inmigrantes que viven en las mismas calles en las que clases más privilegiadas protestan por sus derechos y se enfrentan también a la policía, pero por razones totalmente distintas; la ciudad en la que se redactaron declaraciones de Derechos Humanos que ahora se cuestionan, la ciudad de los contrastes, injusticias y olores desagradables.
Nos muestra lo que tantas veces hemos visto sin poner demasiada atención: frases escritas en periódicos, bolsas de plástico, pintas en la calle, discursos, canciones; expresiones en el rostro frío de las estatuas y monumentos erguidos para celebrar conquistas; personas que los medios y los gobiernos han querido invisibilizar. Un migrante guineano, que no se distingue particularmente de los otros, pero del cual conocemos algo de su intimidad y lo escuchamos cantar y hacer beat-box, al cual le vemos la cara y le vemos las manos.
Sylvain George ha encontrado en el cine un recurso tecnológico, lírico y narrativo para canalizar inquietudes más bien sociales, y el resultado es siempre fascinante. Los 95 minutos de este documental generan una experiencia en el espectador que es difícil definir en palabras, porque la plasticidad de su estilo ayuda a comprender mejor un fenómeno político y social muy complejo.
Paris est un fête es al mismo tiempo un poema, un ensayo y un documento histórico que nos muestra los claroscuros de la Ciudad De Las Luces.