El Festival Internacional de Cine de la UNAM presentará una retrospectiva de Nobuhiro Suwa en su octava edición. Con este texto, el autor nos introduce a la obra del cineasta a través de su película que más conversa con la historia del cine.

Pase de estafeta

A la luz de sus últimas películas pareciera que Jean Pierre Léaud, mítico actor francés, reflexiona sobre el devenir de su vida y de su carrera como representante ineludible del nacimiento de la Nouvelle Vague. O, al menos, eso hacen los cineastas a su alrededor. Recientemente en La mort de Louis XIV (2016), había explorado junto a Albert Serra la muerte en su sentido más orgánico: la condición de un cuerpo que, despojado de aquello que le hacía estar vivo, se convierte inmediatamente en carne, vísceras y huesos carentes del sentido que construía a la persona. Con la muerte, aquello que hacía al Rey Luis XIV ser él mismo desaparece, como desaparecerá también, eventualmente, lo que hace a Jean Pierre Léaud ser la leyenda que carga sobre sus hombros.   

En Le lion est mort ce soir (2017), el más reciente filme del cineasta japonés radicado en Francia Nobuhiro Suwa, Jean Pierre Léaud interpreta un personaje con quien sospechosamente comparte el nombre “Jean”. En un sistema de puesta en abismo, Jean es un actor septuagenario que enfrenta la difícil tarea de interpretar su propia muerte y el rodaje despierta en él memorias y sentimientos enterrados. Para el personaje Jean, la imposibilidad de representar la muerte frente a la cámara surge de la proximidad con el fin de su propia vida: «La muerte no es algo que te sucede, es algo con lo que te encuentras. Es EL encuentro», le dice a su director, mientras intentan, entre los dos, matizar la interpretación. Entender esta sutil diferencia lo llevará a visitar una antigua casa en donde tiempo atrás vivió un romance con una mujer llamada Juliette, quien falleció muy joven. A la manera de Rivette en Histoire de Marie et Julien (2003), Suwa invoca el fantasma de Juliette para que los personajes retomen su encuentro donde se interrumpió y pongan fin a aquello que permanecía pendiente. La mezcla de realidad y fantasía no deja claro si esto sucede en sueños o en alucinaciones surgidas de un deterioro físico. A la par, Jean conoce a un grupo de niños y niñas que, armados del arsenal técnico necesario, planean grabar una película en esa misma locación. Alterados por la llegada de Jean, los niños modifican sus planes, integrándolo a la cinta que versará también sobre fantasmas y casas embrujadas. El filme traza —a través de la figura de Léaud— un diálogo entre la vida y la muerte, y más importante aún, entre la vida y el cine.

La cinta juega con la improvisación y el ensayo en las escenas que involucran al elenco infantil, haciendo surgir los momentos más interesantes y tiernos del propio Léaud. Resulta imposible no pensar en el ímpetu que mostraba él mismo en el papel de Antoine Doinel y en sus compañeros de clase en Les quatre cents coups (1959). Aquellos niños que se apropiaban de las calles de Paris como si de un parque se tratara, hoy se apropian, con determinación, del cine mismo. Como en el caso de los también niños cineastas de Todos ustedes capitanes (Todos vós sodes capitáns, Oliver Laxe, 2010) o los infantes en ¿Dónde está la casa de mi amigo? (Khane-ye doust kodjast?, 1987) de Kiarostami, los niños de Le lion est mort ce soir tienen autonomía y carácter, toman decisiones propias y su relación con los adultos, si bien se encuentra indefectiblemente marcada por la edad, no deja de ser la de iguales. Jean da a estos niños lo que Antoine no tuvo: paciencia y atención. En la relación que crea con ellos tras la cámara, pareciera haber una suerte de pase de estafeta, un acto para devolver el cine a la ingenua e imparable energía infantil. Donde Léaud comenzó.

Más allá de cierta ligereza, la película se erige como homenaje en vida a Jean Pierre Léaud, el actor, pero también como una reflexión sobre la muerte y un canto de amor al cine. Es una forma de despedida. «Pero tú eres un actor, puedes morir cuantas veces quieras, hay muchas vidas y muertes en ti», increpa en algún momento Juliette a Jean. Pero él no parece tan seguro. Aun así, vuelve tranquilo al rodaje. Tras la despedida con Juliette, el encuentro con la muerte ya no le angustia.

 

[Más información en http://www.ficunam.org/ ]

 

 

Previous articleEl espacio ¿a quién le pertenece?
Next articleLa democracia como propiedad política

LEAVE A REPLY

Please enter your comment!
Please enter your name here