Todo lo que no ignoro del zapatismo

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San Cristóbal de las Casas tiene embajadas en C. U.; he visitado la de Conta, Economía y también la de Filosofía. Presumen disponer de auténtico café chiapaneco, que comparten por un bajo precio. Estrellas rojas y composiciones variadas de paliacates son los únicos elementos en estas sucursales que me regresan, cuando fuerzo la evocación, a la única vez que visité aquella ciudad colonial.

Mi vacación en Chiapas es un agua de mango desabrida en una fonda tapizada, como todo allá, con imágenes de Marcos. Un santopatrón con apariencia de salteador ubicuo en playeras, gorras, retratos (para muros y carteras), plumas, tazas, llaveros y hasta muñecos. ¿La exacta dimensión de su trascendencia? Se oculta de mis ojos en la espesura lacandona (culpo a las carencias habituales del narrador inomnisciente). Gloria nostra est testimonium conscientiae nostra, dice Montaigne que dijo San Pablo. Y en esos términos, la gloria del EZLN ha sido la dignidad que ostentan los inconformes.

¿Lo trágico? Que solo un detonar insurgente de rifles obsoletos nos haga mirar abajo, a uno de los colores más pisoteados, aunque siempre aludidos, de nuestra composición cultural. Fue hasta ese día que el resto de zurdos, mexicanos y universales, que no fue aplastado por El muro berlinés se hizo uno con la causa indigenista, en el reducto de la selva.

La leyenda zapatista sólo la entienden sus orquestadores. Una pista: nunca se asentó en la fuerza militar que supone un ejército, tanto como en la fuerza de lo simbólico, de las palabras y las causas fundadas y motivadas en vergonzosa realidad.

El secreto como esencia del poder, ya no sólo del lado del Estado: ¿Quién fue Marcos? Es irrelevante. Poeta y mago, tanto como luchador social y seductor de los medios. La única lección es, como siempre, que quien sea que tenga la convicción puede estar detrás del pasamontañas*.

*Que no necesariamente debe ser comprado en los souvenir’s zapatistas