¿Religión o el nuevo gran negocio del mundo? El caso del cristianismo en Sudáfrica

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Pretoria, Sudáfrica. Un predio con un jardín enorme, un estacionamiento para mínimo quinientos autos y un auditorio para tres mil personas repleto. Luces neón azules y moradas. Fervientes voces esperando ansiosas el inicio del show. Caras de expectación, alegría y emoción. Libros gruesos en las manos de los asistentes y, en la portada de esos libros, una cruz. Ocho treinta en punto: comienza el espectáculo. Las luces neón se transforman en apuntadores blancos que indican que la mirada debe dirigirse hacia el escenario. Aproximadamente, diez jóvenes se paran sobre el escenario y dan inicio. La música a gran volumen en las bocinas resuena y las personas del estrado principal cantan, mientras que la multitud a modo de coro los acompaña. La letra de las canciones es una alabanza y una oda que solamente pretende glorificar a una deidad, a la única para ellas/os.

En el párrafo anterior, relato el inicio de uno de los espectáculos cristianos más grandes en Sudáfrica. Las ciudades más pobladas del país como Pretoria, Cape Town, Johannesburgo y Bloemfontein, son anfitrionas de los eventos evangélicos que van en ascenso en el país africano. La iglesia evangélica en Sudáfrica ha crecido multitudinaria y multimillonariamente en las últimas décadas. La apuesta del cristianismo en el continente es impresionante y cada vez más adeptos se unen. La religión, además de ser un modo de expansión ideológica, representa un modo de expansión mercantil que comercializa un producto.

La iglesia evangélica, como todo buen negocio, necesita generar mayor atracción para producir mayores ganancias. La atracción se consigue a través de la diversificación y difusión de sus productos, siendo uno de ellos la producción de música que se apropia de diversos ritmos, la cual ha sido explotada económicamente a partir de la venta de canciones y la creación de conciertos como el que describí. Además, en este tipo de conciertos, no sólo se canta álgidamente, también se predica, es decir, “la palabra del señor” se posa sobre todas las cosas.

Cada detalle estaba bien preparado, desde la publicidad alrededor del evento hasta la vestimenta de las/os cantantes. Sin embargo, es en esta clase de detalles que podemos descubrir el error, el cual puede pasar desapercibido. El pastor que oficiaba el culto vestía una playera de una marca de ropa bastante cara, el logo resplandecía en letras doradas al centro, y en la muñeca relucía un reloj enorme con detalles brillantes. Este pastor (blanco, por cierto) predicaba el culto a una población expectante mayoritariamente negra, empobrecida y precarizada.

El culto fue enlazado directamente a otro auditorio en otra ciudad, Bloemfontein, en la cual un pastor más joven llevaba puesta una playera blanca de la misma marca que el pastor en Pretoria. Durante un momento de silencio, después de que uno de los temas se agotara, el pastor joven hace mención de la coincidencia de la marca de la ropa que usan. Después de hacer notar lo gracioso de la coincidencia, reflexiona para el público y dice con voz profunda: “sin embargo, sabemos que la marca no es importante, puesto que lo importante no se encuentra en lo exterior, ni en lo material, sino en el interior de cada persona”. Grandes vítores siguieron esta moraleja, pero nadie le cuestionó el porqué vestirla o comprarla, si lo material no es lo verdaderamente importante. Con lo anterior, no niego la capacidad liberadora de la religión, empero los espectadores alienados asumían el sermón y carecían de reflexión, sin notar la reproducción inconsciente de un discurso moderno/colonial capitalista.

La religión cristiana para muchos negro-africanos ha significado una forma de auto-liberación, esto se debe a la opresión vivida por muchos años, tras la conquista, tras la colonia, tras los movimientos independentistas, tras la propia explotación de los gobernantes negros que se regocijaban en la miseria de los/as otros/as y, en el caso sudafricano, tras un gobierno de apartheid en el que los negros, los indios y los coloured[1] eran considerados inferiores o salvajes poco civilizados. La religión, por ende, fue una forma de encontrar un camino y una explicación a toda esa opresión; sin embargo, solamente fue (y es) una máscara que cubre los verdaderos problemas que están viviendo las y los africanos.

En México no estamos exentos de lo anterior. La mayor parte de la población que practica una religión es católica y otra gran parte, que va en aumento, es cristiana (evangélica). En muchas ocasiones, los líderes eclesiásticos, llámense pastor o sacerdote[2], suelen tener una mayor capacidad adquisitiva que los feligreses que se congregan a su alrededor. Asimismo, los discursos que pregonan enseñan que el determinismo que Dios provee y prevé para cada ser humano es incuestionable. Pareciera que las desgracias siempre tienen una justificación divina: “Así lo quiso Dios; sólo Dios sabe por qué lo hace”, sin responsabilizar a las partes terrenales en cuestión. ¿La religión es, por ende, una manera de apaciguamiento social en el que la crítica y la reflexión están ausentes? ¿Es, del mismo modo, un nuevo modo de enriquecimiento lícito? ¿Es la forma oculta más evidente de control?

Responda usted misma/o.

 

[1] Es un grupo étnico que se distingue por su mesticidad (la llamada mezcla racial) reflejada en sus aspectos físicos: piel morena, cabello crespo y ojos grande.

[2] Véase la gran desigualdad en términos de género que se denota, puesto que en estos puestos predominan los hombres, quiénes son, por su puesto, heterosexuales.

 

[La autora es veracruzana, estudiante de Relaciones Internacionales de la FCPyS-UNAM. Estudió un semestre en la Universidad de Pretoria, en Sudáfrica. Sus estudios se centran en las formas culturales de las sociedades y su influencia en el desarrollo humano.]