México: entre utopía y distopía

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¿Quién, en sus cinco sentidos, podría decir que México está cerca de una utopía? Hasta el más optimista modera sus palabras al hablar de derechos humanos, seguridad, corrupción, equidad, igualdad, Estado de derecho y tantos otros temas que se mantienen endebles en el país. No es difícil percatarse de que nuestra salvedad se ve amenazada cada vez más en un sistema legal y federal irascible.

Nos hemos alejado tanto de lo que esbozó Platón en La república y nos hemos acercado tanto al 1984 de Orwell que la única utopía a la que aspira la población de nuestro país es la de estar en un lugar habitable. Hacer una economía fuerte para unos cuantos, incontables megaproyectos y el progreso tecnológico sigue siendo un discurso imperante de las personas que pretenden vendernos utopía. Temámoslo: incluso con los supuestos avances en materia económica y social, tenemos un país que se acerca mucho más al caos que al orden.

El escenario distópico más preocupante para nosotros debería ser el actual, pues las atmósferas más inseguras suelen ser las que se venden como estabilidad y progreso. Evitar el colapso interno del sistema mexicano parece imposible, y ya hemos comenzado a atisbar algunos indicios de que el sistema implosionará. Lo único que la gente consiente puede hacer es comenzar desde abajo, involucrarse en temas humanos más que en temas infraestructurales y desechar ideas económicas que se construyen entre pobreza y marginación.

Dejemos de preocuparnos por el avance tecnológico y por progresos que sólo pueden existir en universos como el de Un mundo feliz y comencemos a plantear una utopía humanística en donde la ética, la naturaleza y la humanidad sean la directriz principal para articular la vida en sociedad. Solamente es utopía aquella en donde los seres humanos y sus vidas son el primer punto en la agenda.

Foto de Néstor Morales en Unsplash